lunes, 21 de febrero de 2011

Las dudas del riesgo.

Una duda se cuela por mis sienes y me atormenta. Esa duda crece y se reproduce, y poco a poco copa mi mente, la invade y se retuerce provocándome un agudo dolor de cabeza. Lo sé, eso es un indicador que me muestra que debo dejar de pensar en ello. Lo siento, soy muy testarudo y pienso proseguir. Así, toca un poco de comedura de coco, y así, con ello, más dudas. Qué bonito es cada uno de esos casos donde sientes algo y vas a por ello, porque sabes que las consecuencias no van más allá, sin embargo, otras situaciones te hacen pensar más allá del momento en que tus ansias de satisfacción estén ocupadas y la siembra de aquéllo que te satisfizo sólo deja un ligero vestigio del susodicho placer. Muchos ignoran esto último y lo hacen igual. Yo, muchas veces deseo ser así, pero claro, luego pienso qué sería de mi si viviera sin pensar. Y le sigo dando vueltas, ya que no siempre tiene que ser así, simplemente a veces es tremendamente necesario actuar sin pensar.  Y entonces, cuando mi mente va por el tercer looping llega a la conclusión de que a mi no me pega nada hacer eso. Se supone que mi mente me conoce, ¿no?, vamos, que se conoce a sí misma. En resumen, yo mismo me impido no pensar porque no es lo que suelo hacer. Y al mismo tiempo sé que es necesario vivir haciendo no sólo lo que se piensa, estipula, marca o reverbera en mi cabeza. Vamos, que tengo un lío de cojones. Y efectivamente, esta última frase también la he pensado. Para variar. La montaña rusa ha dado un giro más, pero un giro totalmente controlado, sin riesgo, y con cinturón de seguridad triple. Que poco racional sería desabrochárselo, ¿no?. Anda si ya lo he hecho, y ahora otro, y el otro. Y ahora voy a cerrar los ojos. Guau, suena arriesgado, pero como mola por dios. ¡Qué bueno es esto! Ups, pero que miedo... ¡No, no y no! Pensando ya otra vez. Hay momentos y momentos, coño. Yo mismo lo sé, todos lo saben, pero por alguna extraña razón mi cerebro se niega a aceptarlo, así que voy a forzarlo de una santa vez. ¿Si veo un tío bueno por la calle? Pues le miro el culo si me apetece. ¿Si hace muy buen día y tengo algo que estudiar? Pues me voy a la playa, que hay tiempo para todo. ¿Hace mucho viento y el mar está descontrolado?¡ Me voy al rompeolas a mirar, que un espectáculo así no puedo perdérmelo! Si, amigo mío, eso ya empieza a ser vida, y le estoy empezando a coger el gusto. Ah, ¿y sabes qué? Que no me arrepiento :)